Muchas de las mujeres que se dedican a la prostitución no entraron a ese mundo por elección, sino a consecuencia de los abusos recibidos de niñas o como parte de la trata de blancas. Tal es el caso de Amelia Tiganus, una mujer rumana que fue violada de forma sistemática desde los 13 años cuando aún estaba en el colegio.
Después de haber sido violentada sexualmente le presentaron la prostitución como una vía para salvarse de la estigmatización y la marginación; por ello, a los 17 años fue vendida por 300 euros a un proxeneta español, con éste —antes de cumplir la mayoría de edad— fue adiestrada para ser una “buena puta”: le enseñaron a andar en tacones, a hablar fino y a explotar su femineidad al máximo para atraer hombres.
Así pasó cinco largos años en cuarenta prostíbulos diferentes, perdió toda clase de valor humano para volverse sólo un cuerpo, un objeto que debe estar inerte ante toda clase de penetraciones y abusos del cliente.
Pero los daños no sólo se dan durante el periodo de prostitución, sino que siguen aún después, pues la sociedad estigmatiza sobremanera a las mujeres que se han prostituido y también a sus familias, las condenan como si ellas hubiesen elegido desempeñar esa labor volviéndose así un peso con el que deben cargar toda su vida, por tanto se convierte en una actividad sin salida.
Por fortuna, Amelia Tiganus encontró en el feminismo una vía de salvación en su vida y ahora lucha por abolir la prostitución, pues ella piensa que no puede ser considerada como un trabajo más. Además fundó la asociación Emargi en Bilbao, un espacio de encuentro y ayuda para mujeres víctimas de violencia sexual.
A su vez, le ofrecieron la posibilidad de crear un cómic basado en su experiencia para concientizar a todas las personas sobre los peligros de la prostitución y para educar a los hombres con una visión distinta, pues se les forma como potenciales agresores sexuales.
Fuente
Reinasdelaselva 