Marisela Escobedo, una madre de Chihuahua, buscó durante dos años al homicida que le arrebató la vida a su hija Rubi Marisol Frayre de 16 años, durante su búsqueda dejó de ser identificada como madre para convertirse en activista. Inició por cuenta propia investigaciones de búsqueda para dar con el asesino de su hija, y hacer justicia del mismo acto.
Marisela, en conjunto con otras madres que perdieron a sus hijas en feminicidios del estado, vivían en un campamento, en una plaza ubicada enfrente del palacio de gobierno estatal, lugar donde se colocó una cruz de clavos con la frase “Ni una más”, que representa los nombres de 300 mujeres que fueron asesinadas en la entidad.
Un jueves alrededor de las 8 de la noche, Marisela Escobedo se manifestaba e intentaba poner una pancarta en las rejas del palacio, y se acercó a ella un hombre que luego de hablar con ella la persiguió, y disparándole en la cabeza. Según testigos, el homicida y otros dos sujetos abordaron un auto para escapar.
De acuerdo con el informe oficial, los hechos se dieron en 18 segundos máximo, por tanto, Marisela no contaba con vigilancia especial de la policía (apoyo al que ella siempre se negó); el gobernador declaró que ella no valoró nunca el riesgo que mantenía ante su lucha.
Por otro lado, una compañera de Marisela, Lucha Castro, quién es fundadora de la organización “Justicia para nuestras hijas”, asegura que la muerte de su compañera se trata de un crimen cuya responsabilidad es de las autoridades federales y del estado; a su vez declaró no descartar que se trate de un crimen de estado.
Al final el resultado no deja de ser el mismo: dos asesinatos en una misma familia; si las autoridades hubieran colaborado con Marisela, probablemente el asesino de su hija estaría preso y ella viva.