El desconcierto ante la violencia que vive México por el narcotráfico, y la preocupación por la situación de las mujeres, llevaron al director mexicano-guatemalteco, Julio Hernández Cordón, a rodar «Cómprame un revolver», la película que presentó en la Quincena de los Realizadores en el Festival de Cannes.
El argumento que tiene el filme es tan extraño como realista, en donde cuenta la historia de supervivencia de un padre y su hija en un México apocalíptico, en el que el narcotráfico ha tomado el control.
Protagonizada por una de las hijas del director, Cordón traslada su historia a una aldea desierta en un tiempo distópico, centrándose en una niña de diez años, hija de un drogadicto, quien la obliga a llevar una máscara para esconder su género y a desplazarse con una cadena atada al pie, para evitar que la secuestren. Es una historia sobre la paternidad, pero también sobre la maternidad, porque la niña siempre está al cuidado del padre.
«Me parece muy brutal que los mismos vecinos o ciudadanos hagan daño a otro. De repente lo de las guerras no se entiende, puede ser política o religiosa, pero lo que está sucediendo en México parece como si fuera una ruleta rusa, y a cualquiera le puede tocar y, además, es una violencia extrema. ¿Cómo es posible que maltratemos al otro de forma tan descabellada?», se preguntó el cineasta, que se manifestó a favor de legalizar las drogas, como vía para acabar con el narcotráfico.
El director del filme ha considerado que en el cine se ha romantizado mucho el tema del narcotráfico y, sin embargo, él quiso poner el foco en los que tienen la pistola en la cabeza: las personas que constantemente se tienen que inventar una manera de sobrevivir, de resistir, y de enfrentar el contexto que existe en México: las mujeres.