La historia de Wallis Simpson está llena de polémica, pues se llevó la antipatía de muchos de la realeza inglesa porque debido a ella, su rey Eduado VIII abdicó al trono después de haber reinado por 325 días. Es irónico que su padre, el rey Jorge V, dijo antes de morir: “Tras mi muerte, el chico arruinará su reinado en 12 meses”, y así fue.
El joven Eduardo, antes de conocer a Wallis, era un mujeriego empedernido, totalmente inmaduro. Cuando el destino o la casualidad lo llevó a conocer a Wallis, se enamoró perdidamente, hasta el punto de no ver su vida sin ella.
Wallis pertenecía a la clase media de Estados Unidos, y antes de conocer al rey Eduardo VIII ya había estado casada anteriormente, con un hombre que la trataba con violencia. Antes de que terminara su divorcio con este hombre, Wallis conoció al que sería el amor de su vida: Ernest Simpson, un joven casado que se desempeñaba como ejecutivo de transportes marítimos. Su romance fue tan pasional que llevó a Ernest a terminar con su matrimonio y formalizar con Wallis.
Sin embargo, llegó un acontecimiento de la historia de los Estados Unidos, que les cambiaría la vida, inclusive al entonces príncipe Eduardo: La crisis del 1929. Crisis que hizo perder parte de la fortuna de la pareja Simpson, por lo que emprendieron un viaje a Londres, en donde se codearon con la sociedad burguesa. Así fue como Wallis y Eduardo se conocieron.
Era un secreto a voces que Eduardo y Wallis tenían una aventura, la joven se sentía sumamente atraída por la gran fortuna del príncipe y tenía un miedo irremediable a la pobreza, por lo que se divorció de Ernest Simpson, decisión que ella lamentaría por el resto de sus días.
Eduardo, quien estaba completamente enamorado de Wallis, se le declaró y la quiso hacer su reina, para que gobernara junto a él, después de la muerte de su progenitor. Sin embargo, la corte y la familia real se opusieron a tal mandato, pues en cuestiones religiosas de aquél entonces, una persona no podía casarse con otra, que anteriormente se hubiera separado y cuyo cónyuge siguiera con vida. Y se esperaba que la Monarquía se apegara a las reglas de la iglesia.
Una vez que su padre murió, se le dio a elegir al rey Eduardo VIII: Terminar su relación con la joven estadounidense o abdicar al trono. La decisión tomada sorprendió a la familia real, y muchos lo tomaron como el gesto más romántico de la historia: El rey Eduardo VIII prefería abdicar al trono, que continuar cumpliendo con su deber, sin la mujer que amaba, a su lado.
Así fue como su hermano menor, el rey Jorge VI, subió al trono.
“Tras larga espera, puedo al fin hacer una breve declaración auténticamente personal. No he pretendido ocultar nada, pero por respeto a la Constitución, hasta ahora no me ha sido posible hablar. Hace apenas unas horas cumplí mis últimos deberes como Rey y Emperador, y ahora que he sido sucedido por mi hermano, el duque de York, mis primeras palabras han de ser para proclamar mi fidelidad hacia él. Así lo hago con todo mi corazón. Todos ustedes conocen las razones que me han llevado a renunciar al trono. Quisiera hacerlos comprender que, al tomar esta resolución, no he olvidado en absoluto al país o al Imperio, a los cuales, primero como príncipe de Gales y más tarde como Rey, he dedicado veinticinco años de servicio. Pero pueden creerme cuando les digo que me ha resultado imposible soportar la pesada carga de la responsabilidad y desempeñar mis funciones como Rey, en la forma en que desearía hacerlo, sin la ayuda y el apoyo de la mujer que amo.” – Eduardo VIII al abdicar de su trono.
Así, en 1937, la pareja contrajo matrimonio, convirtiéndose en los duques de Windsor. Su boda fue el mismo día del cumpleaños del padre del ahora duque. La familia real lo consideró imprudente y ningún miembro asistió.
Esta pareja siempre estuvo rodeada de grandes polémicas, pues ella no era querida, ni por la familia ni por la sociedad inglesa. Uno de los eventos más controversiales fue cuando visitaron al líder nazi Adolfo Hitler, saludándolo cordialmente.
Wallis no sentía amor hacia Eduardo, y eso era un hecho lamentable, pues Eduardo derramaba amor y obsesión por ella. Se dice que ella no lo dejaba porque él en una ocasión la amenazó con suicidarse si ella se iba de su lado.
Así que Wallis le escribía cartas a su ex-marido Ernest Simpson, donde declaraba que lo extrañaba y que no había ni un sólo día en que no pensara en él.
En el año de 1971, el duque de York fue diagnosticado con cáncer de garganta, el cual lo mató un año después. Así, Wallis regresó a Francia, lugar donde se mantuvo alejada y enclaustrada, hasta el final de sus días. Murió sola el 24 de abril de 1986, 14 años después de su esposo.