Catalina de Erauso y Pérez de Galarraga, mejor conocida como la monja Alférez, fue el personaje encargado de romper con las estructuras de la iglesia al convertirse en hombre. Este es uno de los primeros casos trans en la historia de la humanidad.
Nació en San Sebastián en 1585, a los 4 años fue internada, en el convento dominico de su ciudad natal. Su comportamiento rebelde, hizo que fuera puesta bajo la estricta vigilancia del Monasterio de San Bartolomé. Sin embargo, escapó cuando tenía tan sólo 15 años y lo primero que hizo al recuperar su libertad, fue usar ropa de hombre y cortarse el cabello.

Sin ningún recurso más que su enorme valentía, emprendió un viaje sin rumbo. En el camino encontró a Francisco de Cerralta, vivió con él durante algunos meses, aprendió latín. Por desgracia, tuvo que huir luego de que Cerralta intentara abusar de ella. Tras este incidente se dirigió a Valladolid, cambio su nombre por Francisco de Loyola, y comenzó a trabajar en la corte del secretario del rey.
Pedro de Orive, Francisco de Loyola, Alonso Díaz, Ramírez de Guzmán o Antonio de Erauso, fueron algunos de los nombres que utilizó durante su travesía por España. Catalina sabía que en algún momento sería descubierta, así que huyo a América, ahí inició su vida como marinero.
En América, se dedicó al combate y comercio, sin embargo, al poco tiempo se convertiría nuevamente en prófuga. Además, mantuvo múltiples relaciones, incluso hizo propuestas de matrimonio a dos mujeres en Tucumán, pero, tuvo que huir una vez más antes de que descubrieran que en realidad era mujer.

Catalina, también se convirtió en asesino profesional, en su autobiografía relata que participó en más de diez mil enfrentamientos. Fue capturada en Ayacucho, ante una posible condena a muerte, pidió entrevistarse con el obispo, Agustín de Carbajal, ahí reveló la verdad sobre su vida. La historia conmovió tanto al obispo quien abogó por ella, para que fuera traslada al convento de las clarisas de Huamanga.
Una vez cumplida su sentencia, regresó a España, bajo el nombre de Antonio de Erauso. El papa Urbano VIII, le concedió́ permiso para seguir vistiendo como hombre. Su popularidad creció tanto que se hizo una celebridad, la cual rechazó para volver a América. Murió́ en 1650 en Cuitlaxtla, México.
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