Durante un largo tiempo las mujeres fueron excluidas de la formación educativa y por consiguiente del mundo de la ciencia. Muchos fueron los descubrimientos e investigaciones que sobresalieron y lograron el éxito gracias a la participación femenina, sin embargo, esas inteligentes y valiosas mujeres quedaron bajo la discriminación.
Este fue el caso de Jeanne Baret, la primera mujer en circunnavegar el mundo en el siglo XVIII.
Nació en 1740 en la localidad de La Comelle, Francia, y fue criada en un ambiente completamente rural, ajeno a los saberes del conocimiento institucional. Sus padres se dedicaban por completo al campo y fue gracias a esto que Baret comenzó a desarrollar un gran amor por la plantas y las flores.
Pese a la falta de estudios y a su situación, se convirtió en una campesina educada en medicina botánica.
Al crecer, Jeanne consiguió trabajo como institutriz del hijo de uno de los más famosos botánicos y naturalistas de entonces: Philibert Commerson. Este gran giro en su vida le permitió expandir sus horizontes y adquirir nuevos conocimientos sobre botánica.
Luego se convirtió en la ayudante y amante de Commerson, con quien descubrió el mundo al estilo de Mulán.
El ímpetu y la pasión por la botánica la llevaron a vivir una verdadera película de Disney. Su amor por la biología la impulsó para hacerse pasar por hombre y ser parte de una expedición que navegaría en busca de nuevas especies botánicas.
Tras ser nombrado botánico del rey Luis XVI, Commerson fue invitado por el botánico sueco Carl Linnaeus para navegar alrededor del mundo junto a una comitiva de científicos en busca de nuevos territorios y especies, comandados por Louis de Bougainville.
Entonces las mujeres tenían prohibido navegar en embarcaciones de la Armada Francesa; Baret no podía quedarse en tierra firme teniendo una oportunidad tan grande como esa, así que ella y Commerson decidieron engañar a la tripulación y hacerla pasar por un hombre más llamado Jean.
La inteligente mujer tuvo que esconder sus pechos con vendas y hacer todos los trabajos que los demás varones realizaban. Fue así que pudo ser parte de la recolección de 6 mil especímenes de plantas.
Tras dos años navegando por el mundo, Baret fue descubierta por una tribu indígena en Tahití, sin embargo, gracias a sus extraordinarias aportaciones a la botánica y sus esfuerzos en la expedición, Bougainville decidió no procesarla y dejarla en libertad sin represalias.
Poco después Luis XVI le concedió una renta vitalicia, aunque rápidamente fue olvidada por todos.
Las enfermedades de Commerson terminaron por quitarle la vida al poco tiempo de ser exiliados del barco. Sola y a la deriva, Jeanne abrió un cabaret en Port Louis en dónde conoció a su esposo Jean Dubernat, con quien terminó de recorrer el mundo.
Es gracias a los diarios que se escribieron después de la expedición que hoy en día conocemos aunque sea un poco sobre la vida y obra de la intelectual francesa. Los relatos de Commerson y del príncipe Nassau-Siegen rindieron honor la figura de una mujer carismática, entregada y apasionada por la botánica,
Aunque nunca fue reconocida públicamente por sus hallazgos, una nueva especie sudamericana de la familia de las papas y los tomates fue nombrada en su honor como Solanum Baretiae, en el 2012.
Baret murió sin recibir los reconocimientos merecidos el 5 de agosto de 1807. Sin embargo, Glynis Ridley rinde honor a su vida y trayectoria en el libro «El descubrimiento de Jeanne Baret», publicado en el 2010.
No nos queda duda de que las mujeres fueron más importantes de lo que creemos y se nos ha dicho en los libros de historia.
@reinasdelaselva
Fuente: El País